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lunes, 5 de mayo de 2014

4, 5 y 6 de abril, FIN DE SEMANA POR LA NAVARRA CANTABRICA.

    Esta primavera se organizó la excursión del grupo con destino a Navarra, y allí, llegado el día, marchamos para disfrutar del fin de semana recorriendo y conociendo los llamados Valles tranquilos de la Navarra Cantábrica, guiados por nuestro amigo y anfitrión Juan Goñi, de Mírame Navarra al Natural.


    Juan nos acompañó en todo momento, descubriéndonos los lugares más bellos y los rincones mágicos de estos parajes tan privilegiados de la naturaleza Navarra. Empapándonos de historias, leyendas y costumbres de estos apacibles valles y acompañando estas vivencias y vicisitudes de las gentes con las observaciones de la fauna y flora de estas comarcas.




    El viernes 4 de abril, partimos los compañeros de varias localidades de Bizkaia y de Araba. El punto de encuentro  era a las 19:00 h.  en el albergue Orbela de la localidad de Beintza-Labaien, Villa de unos 250 habitantes aprox. situada al noroeste de Navarra y perteneciente al valle de Basaburua Menor, que junto con Santesteban forman  la zona de Malerreka. Según se nos contó es un municipio compuesto por dos barrios muy próximos pero separados por unos metros, Beintza y Labaien.



    El primer día, llegamos allí embriagados por la visión de la exuberante belleza de sus bosques de robles y hayas, de sus ríos y el fresco verdor de sus laderas y cumbres, la blancura de sus pueblos, de su cuidada y de su recia arquitectura rural que veíamos de camino a Beintza-Labaien, ya  en Beintza mencionar, la iglesia de San Pedro, de estilo gótico-renacentista, cuyo retablo barroco es del siglo XVIII con imágenes del siglo XVI-XVIII.



    Algunos pudimos salir antes de nuestro lugar de origen y nos dio tiempo a dar un breve paseo con Juan por los alrededores de Donamaría en la comarca de Malerreka, paseo que nos sirvió para ir preparando los sentidos ante un sinfín de observaciones que nos aguardaban.  Por allí pudimos ver un bando de Pardillos (Carduelis cannabina), una pareja y un juvenil de Serín Verdecillo (Serinus serinus), Tarabilla europea (Saxicola rubicola), Milano negro (Milvus migrans), Milano real (Milvus Milvus), Mosquitero común (Phylloscopus collybita), Petirrojo (Erithacus rubecula), Chochín común (Troglodytes troglodytes) y Zorzal común (Turdus philomelos). La negrura de la Corneja negra (Corvus corone) contrastó con el verdor de los pastos, el Buitre leonado (Gyps fulvus) se dejaba mecer por las corrientes y el Busardo ratonero (Buteo buteo) enfilaba hacia los espesos bosques caducifolios.


    Llegada la hora, nos juntamos tod@s los compañeros. Con el regocijo a flor de piel, respirando el sano y puro aire navarro y sintiendo ya, que los 3 días nos deparaban mil y una alegrías.

    Según dejamos el equipaje en el albergue de Orbela, y no  podemos dejar de mencionar  a  su propietaria Idoia, que nos atendió de maravillosa con un trato encantador y familiar,  nos encaminamos al primer lugar a visitar “El magnífico Castañar de Sarasola”,  situado a media hora andando del pueblo. Este bosque destaca por el impresionante perímetro de sus castaños (Castanea sativa), pudiendo ver que algunos  solo conservan parte del tronco. Allí Pudimos disfrutar de las vistas de uno de ellos, que estaba abierto totalmente,  como si fuera un armario despensero.  Su hueco era tan grande que cabían perfectamente varias personas. En el interior del tronco de este y de otros ejemplares se podían ver amplias zonas de color negro, que les daban  un aspecto de madera quemada.  Sin embargo nada más lejos de la realidad, como nos explicó Juan, esto se debe a la enfermedad llamada "tinta del castaño" causada por un hongo (Phytophthora cinnamomi).

La belleza del entorno nos dejaba sin palabras, los enormes castaños, nudosos, recios y de gran porte, reclamaban nuestra atención en el hayedo y el tamaños de sus frutos, como demostraban las infrutescencias espinosas que las recubrían, dejaba a las claras que daban unas castañas de buen gramaje.


En unos pocos metros llegamos hasta una hermosa cascada que formaba el regato,  regatos éstos de Basaburua menor que  acogen la mejor población de Europa de un animalito muy desconocido para la mayoría de la gente, el insectívoro Desmán de los Pirineos (Galemys pyrenaicus). Este insectívoro habita en aguas frías de montaña y es un importante bioindicador de la calidad de las aguas, ya que busca ríos y arroyos de aguas muy limpias.

    Según caminábamos,   algunos pequeños habitantes alados nos dieron la bienvenida, aunque invisibles a nuestra vista, sus cantos chocaban entre los hayedos y los castaños, haciendo mágico el momento.  Entre ellos los carboneros palustres (Poecile palustris) petirrojos y el chochín común.


Bajando del castañar de Sarasola, con las últimas luces del ocaso, otro vecino alado pero nada plumoso, aparecía cortando el aire con sus membranosas alas, un Murciélago enano (Pipistrellus pipistrellus) que anunciaba ya la llegada de la noche.


    Por el camino a Beintza-Labaien pudimos disfrutar de un cielo repleto de estrellas, que contemplábamos mientras Juan nos relataba historias de los valles y de los pueblos de alrededor. Con lo ya contemplado teníamos tema de conversación suficiente para una hogareña cena a la vera de la chimenea. Este, fue un buen preámbulo para empezar. Las emociones se preparaban para conquistar nuestras retinas al día siguiente.




    El sábado 5, amaneció con nubes y claros, empezaban a cantar los pajarillos amigos de Basajaun y nosotros con ellos despertábamos de nuestros sueños, algo se tramaba en el ambiente, los duendes de la naturaleza sonreían, hoy trabajarían para amenizarnos el día. Puede parecer un cuento pero algo de especial había en estos valles. Al adentrarnos en ellos, una neblina de tela sedosa humedecía las laderas, hálito visible, fumarola del corazón fresco de los hayedos, pastizales verdes recién pintado, metas de heno, primavera rural, mosaico ajedrezado, prados pastoriles alternando entre la masa de hayas, todo un sueño de colores.



    Habíamos quedado con Juan en la localidad de Narbarte,  perteneciente al  municipio  de Bertizarana,  para  realizar un corto trayecto y ver las aves del lugar.  Por el camino y desde el coche vimos pasar por  delante nuestro  un raudo Arrendajo (Garrulus glandarius) en busca de un buen posadero y una Ardilla roja (Sciurus vulgaris) corrió a esconderse entre los árboles que había a los lados de la carretera.


    Al llegar a Nabarte, nos llamó la atención sus casonas tan bien cuidadas y encaladas, muchas con solanas de madera que le conferían una apariencia noble y muy pintoresca. Ya desde el comienzo del paseo las avecillas forestales nos daban los buenos días, desde el aflautado Mirlo común (Turdus merula), al rítmico trino del Mosquitero ibérico (Phylloscopus ibericus ) culminado con el guitarreo flamenco de su estrofa final ,- que se note que es ibérico,- pasando por un coro de 7 canturreos, bisbiseos y melodías como los de: Pinzón vulgar (Fringilla coelebs), Reyezuelo listado (Regulus ignicapilla), Chochín (Troglodytes troglodytes), Agateador europeo (Certhia brachydactyla), Zorzal común, Carbonero común (Parus major) y Trepador azul (Sitta europaea), además de  Mito (Aegithalos caudatus ), una pareja de Herrerillos comunes ( Cyanistes caeruleus ), un Pito real picoteando una rama y la enlutada Corneja negra.



    De allí partimos al Señorío de Bertiz llegando en un suspiro, donde nos esperaba nuestro compañero Javier Aizcorbe que llegaba desde Cantabria. Con la sonrisa en el rostro tras el encuentro,  caminamos por el  puente sobre el río Bidasoa, río que precede al jardín botánico del Parque Natural de Bertiz pudiendo así contemplar  las Lavanderas cascadeñas (Motacilla cinerea), los Jilgueros (Carduelis carduelis), la Tórtola turca (Streptopelia decaocto), al Arrendajo euroasiático, la Urraca (Pica pica) y los Carbonero comunes.



    El mismo río Baztán a partir de este puente hasta su desembocadura toma el nombre de Bidasoa cuya nomenclatura, como muy bien nos señaló Juan, proviene del nombre de la antigua vía de comunicación desde Pompaelo (Pamplona) a Oiasso (Irún)  “Via ad Oiasso (Bidasoa)”.

    Nuestro siguiente objetivo del día  era subir hasta el monte Gorramendi de 1071 m. atalaya desde la cual se domina todo el paisaje del Valle de Baztan con la posibilidad de  ver varias especies de carroñeros, buitres leonados, milanos e incluso con suerte el  quebrantahuesos.


  
    Juan, durante todo el trayecto nos fue aliñando una ensalada cultural de historia, etnografía y paisanaje de la peculiar idiosincrasia baztanesa.



    
    Kilómetro a Kilómetro nos íbamos adentrando en el corazón del Baztan. Los nombres se iban sucediendo, Irurita, Elizondo, Elbete, Amaiur-Maya, al pasar junto a esta localidad vimos el monolito que preside el emplazamiento en recuerdo del destruido y desaparecido Castillo de Amaiur.
















    Al igual que éste, pasamos por lugares que atesoran historias y leyendas que se pierden en la noche de los tiempos, es ésta una tierra de tradiciones paganas, mitos y creencias brujeriles, una tierra con magia, que se aprecia especial a cada curva que dibujamos en el recorrido.



    Desde el puerto de Otsondo tomamos una pista que conduce hasta el monte Gorramendi, el panorama nos deja boquiabiertos ante la edénica vista, paramos entonces para contemplarlo. El valle se expande en innumerables montes y cerros, bosques, pastos, y nubes deshilachadas. Al fondo, diminutos puntos blancos habitados, de repente se escucha el canto de un Bisbita arbóreo (Anthus trivialis) guiando nuestros ojos hasta la punta de una rama, donde se encontraba.


   Seguimos avanzando por la pista, despacio, sorteando los baches del deteriorado camino, la niebla era cada vez más espesa, tapando la cima y derramándose como espuma de cerveza sobre el valle. 



    Con escasa visión,  solo podíamos ver un par de  decenas de metros a la redonda, un bando de los anteriores Bisbitas arbóreos pasaron por delante nuestro.  Alondras (Alauda arvensis), Escribano montesinos (Emberiza cia) y Cogujadas se dejan ver entre la niebla.  Nos dirigimos allá donde se va aclarando el cielo, llegando a la cumbre próxima de Gorramakil, 1082 m. como muestra su buzón montañero. La vista era espléndida, con  la antena del Gorramendi a su izquierda, y frente a nuestros ojos, en el  horizonte costero, se ve Biarritz, Donibane Lohitzune, e Irun.



    Volvemos a la pista  y junto al camino en medio de una charca y  de una mullida turbera vemos a otro tipo de bisbita, en este caso el Bisbita ribereño alpino (Anthus spinoletta). De aquí ponemos la directa,  un tramo más hasta llegar por fin al muladar del Gorramendi. 


    Hasta llegar, en el cielo pudimos ver milanos reales, negros   y buitres leonados que marchaban, y una vez en el muladar,  comprobamos el enorme osario que allí se acumulaba, con montones de esqueletos ya totalmente aprovechados por el servicio sanitario de aves carroñeras. Como en la naturaleza no solo miramos al cielo, sino que también nos fijamos en el suelo, encontramos deposiciones de Tejón ( Meles meles ).



    Entre huellas, rastros y avistamientos, las horas pasaron sin darnos cuenta, nos aguardaba aún el segundo paraje del día: “El molino del Infierno”.


    El trayecto hasta allí fue un sinfín de vueltas y revueltas por los pasillos forestales que forman los frondosos hayedos, los brotes iban asomando, las hojas que iban saliendo estaban tiernas, suaves como terciopelos. Desde el puerto de Otsondo  tomamos una carreterilla que baja a lo más profundo del valle, por el camino fuimos observando Arrendajos, Tarabillas comunes, Escribano cerillo (Emberiza citrinella), Carbonero garrapinos (Periparus ater), Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), Golondrinas comunes (Hirundo rustica) Buitres leonados (Gyps fulvus) y Milano real (Milvus milvus). En el collado desde donde desciende este ramal, una rapaz que no pudimos especificar, pero que nuestra hipótesis apuntaba a un Águila real, y que ante la duda queda como  rapaz sp.



    Al lado de una borda usada como establecimiento hostelero, donde paramos a tomar un caldito caliente y un pintxito para reponer fuerzas, empezamos a recorrer el camino hacia Infernuko Errota o Molino del Infierno. Un exhuberante lugar, en medio del hayedo, atravesado por la regata del mismo nombre. 


    El verdor de las hayas con su ropa musgosa que les invade por completo  es dominante, sus ramas adoptan formas retorcidas buscando la luz del sol. Este es un entorno mágico donde pudimos  escuchar al Pinzón vulgar, Mosquitero común, Zorzal común, Carbonero común, Reyezuelo listado (Regulus ignicapilla), Agateador común, Pito real, Camachuelo común, además de Trepador azul y Petirrojo que cantaron y se asomaron junto con el "despeinado" Herrerillo capuchino (Parus cristatus), la Curruca capirotada (Sylvia atricapilla), el Mirlo común y el Carbonero palustre.



    El fragor de las aguas denotaba ya,  la cercanía de la cascada que se despeña al lado del antiguo molino y que está encajonado entre las dos laderas del hayedo, en el reino de la humedad y las rocas resbalosas y  donde las lamías bajan a peinar sus cabellos dorados mirándose en la aguas transparentes como espejos de plata.



    El torrente desciende y salta con fuerza, ensordecedor bajo el suelo del molino. La composición del lugar es de una belleza plástica casi impresionista, aquí Juan nos contó el porqué del siniestro nombre de Infernuko errota.



    Nuevamente hicimos un flash-back y nos retrotraímos a los tiempos de la Guerra Civil y la dura postguerra, este molino tuvo una gran actividad, pero muy controlada por la dictadura que perseguía el contrabando. De noche los lugareños mandaban a sus hijos ocultos, tumbados en los mulos, adentrándose por los senderos a oscuras, o con los montes totalmente cubiertos de nieve, sin saber a donde les llevaban las acémilas, esperando llegar al molino y volver con los sacos de harina, escondidos en el molino donde el molinero vivía oculto,  para de nuevo, la noche siguiente turnarse y realizar el trayecto de vuelta a casa. Para esos niños era como entrar en el inframundo, era el Infierno, por eso tomó el nombre del molino de la regata del Infierno. Para dar aún más conexión con el Averno, en la entrada del molino está colgada una calavera de macho cabrío.

    Es un paraje propio de un paraíso terrenal, con los helechos rozándonos, el desfiladero lleno de espesura vegetal que en plena primavera es un vergel de  verdor. Volvimos a desandar el camino, paladeando aún la historia de aquellas sufridas gentes, con la suma de aromas y sonidos en acordes acompasados mezclados los cantos y el rumor del agua.




    Eran las horas centrales del día, momento que aprovechamos para comer. La jornada estaba siendo espléndida, con el cielo despejado y teñido de un precioso azul primaveral. Después del buen yantar, nos dirigimos a Sunbilla, población perteneciente a la comarca de Malerreka, atravesada por el Bidasoa y con un consistente puente romano de 3  arcos, para acercarnos a un rincón de la Vía Verde homónima, en donde se represa el caudaloso río. El objetivo era intentar observar al "relámpago azul", el Martín Pescador pero no hubo fortuna. El que si apareció junto a dos grandes rocas en un pequeño brazo del río fue el Mirlo acuático (Cinclus cinclus), que se posaba en las piedras más cercanas al agua y se mojaba los tarsos en la orilla, en medio de los colores fríos de plantas y río,  que hacían destacar enormemente su babero blanco, contrastando llamativamente con su plumaje oscuro.


    Unos minutos para fotos y nos volvimos dirección Doneztebe-Santesteban, la localidad más populosa de la zona, disfrutando un rato y mirando absortos las idas y venidas de varias parejas de Lavanderas cascadeñas (Motacilla cinerea) cruzado en vuelos ondulantes el río Ezkurra y su afluente el Ezpelurra que unen sus frescas aguas aquí. La Lavandera blanca (Motacilla alba) igualmente emparejada se mostraba inquieta en la orilla, disputándole el territorio a veces con  su prima de vientre amarillo. En la otra orilla en unos pequeños arbolitos se solazaban 2 Jilgueros (Carduelis carduelis ).


    Al poco, nos fuimos de allí a otro cercano punto de observación.  Subimos por una pista hasta un repetidor que ofrece unas amplias panorámicas de una buena parte de la comarca de Malerreka, con el vigía monte Mendaur a nuestras espaldas, totem que domina el territorio de esta comarca cuyo nombre significa: "cuestas y ríos". Desde allí se divisaba perfectamente Sunbilla y su puente y a nuestra derecha se podían ver las poblaciones de Elgorriaga, y las villas de Ituren y Zubieta, conocidas por su ancestral carnaval. Mientras observábamos varios Buitres leonados sobrevolaron el espacio aéreo y un Arrendajo cambió rápidamente de rama.




    Enseguida bajamos de nuevo a la carretera para la última visita del día, esta muy cercana a nuestro "campamento base", en pleno Basaburua menor: el Area Natural Recreativa de los Embalses de Leurtza. Camino de allí volaba un Milano real y otro arrendajo, estaba visto que fuéramos donde fuéramos el alegre córvido salía a nuestro encuentro.


     Los embalses de Leurtza,  construidos en 1928  son  un lugar de gran belleza paisajística, dos embalses montanos rodeados de un gran hayedo, formando aunque artificial un precioso lago de montaña. Catalogados como Area Natural Recreativa,  ya que son un punto clave en la reproducción de Rana Bermeja (Rana temporaria) dato que pudimos comprobar dando fe de su existencia.  Siguiendo con esta clase de vertebrados, también pudimos comprobar la existencia de  varias Ranas comunes (Pelophylax perezi) y 2 Sapos comunes (Bufo bufo) nadando. Por allí entre ramas, un Pinzón vulgar (Fringilla coelebs) y pudimos  escuchar el canto de un Cárabo ( Strix aluco )



    Ya con el anochecer encima, regresamos al albergue para cenar, pletóricos de entusiasmo por la intensa jornada y cansados del ajetreado día,  pero aún así,  en cuanto  Juan y Javi Aizcorbe  nos propusieron una jornada nocturna por los alrededores del pueblo,  para tratar de detectar algún quiróptero con el ecolocalizador de ultrasonidos, no tardamos ni medio segundo en decirles que si. En este paseo nocturno por los alrededores del pueblo, los Murciélagos enanos (Pipistrellus pipistrellus) hicieron sonar el radar, dejándonos perplejos y con ganas de seguir aprendiendo más y más sobre el tema  y de allí nos retiramos a nuestros aposentos escuchando al  Cárabo y  dando fin al encantamiento del día. Todavía  quedaba otro día por disfrutar.

    El domingo quedamos con Juan un poco más tarde, para realizar así la visita a Bertiz. Juan este día realizaba su habitual visita guiada al público en general  por Bertiz y por ello, nos emplazó a las 10:30h en la entrada del Jardín Botánico del P. Natural del Señorío de Bertiz, situado en la población de Oronoz-Mugaire. Allí fue donde esperaríamos a más compañeros del grupo que venían desde Bizkaia para realizar el recorrido con nosotros.



    También llegaron personas de variadas procedencias: Arrasate, Bilbao, Aramaio... y todos seguimos a Juan, que poco a poco y caminando nos  fue introduciendo en la  en la historia y características de este valioso lugar.

   
    La ruta elegida era un itinerario circular de 6 km. por la parte más baja del hayedo, pasando por lugares como la fuente Iturburua o cascada del suspiro y puente de las lamiak, del que más adelante nos relataría sus leyendas.


    Monte este de unas 2000 has. de bosques fundamentalmente de Hayas (Fagus sylvatica) entre otras especies arbóreas como Robles melojos (Quercus pyrenaica), Roble albar (Quercus petraea), Castaños (Castanea sativa) y también algunas manchas de Roble americano (Quercus rubra), especie invasora que se introdujo y que se está intentando sustituir plantando roble autóctono mediante un método por el cual no hace falta talar los árboles alóctonos: consiste  en hacer 2 tajos en la parte baja del tronco, a 3 - 4 cm. de profundidad, que causan la interrupción del aporte de savia por lo que muere el árbol sin derribarlo, para que sea un árbol muerto pero paradójicamente lleno de vida ya que multitud de animales invertebrados, insectos xilófagos, y también aves y algún mamífero los usan para cobijarse y alimentarse.


    Durante el trayecto nos mantuvimos expectantes y atentos a sus didácticas y maravillosas explicaciones,


    pero también como buenos ornitólogos, con los ojos y oídos bien alerta para intentar observar a las aves forestales; cantaron dos Carboneros, el común (Parus major) y el Garrapinos (Periparus ater), voló un Trepador azul, se posó un Pinzón vulgar y por una rama de haya, escalaba sin mirar abajo el mimético Agateador común (Certhia brachydactila), vimos al Pico picapinos (Dendrocopos major ) mientras una cierva (Cervus elaphus) nos miraba un instante antes de marcharse tímidamente y un Buitre leonado sobrevoló la masa forestal.


    Nos habló nuestro amigo Juan de como siglos atrás Miguel Bertiz, decide plantar castaños que junto con los robles son las especies predominantes de las zonas más bajas del bosque. Antaño hubo muchísimos castaños pero a partir de 1950 un hongo les transmitió la enfermedad de la que nos habló el primer día, la tinta del castaño y se secaron.



    Se escuchó el canto de un Picamaderos negro ( Dryocopos martius ) y Juan, con su prosa limpia, nos hizo enraizar de inmediato con el bosque. Nos mostraba a sus dueños, a sus moradores, los visibles, que nos gorjeaban su repertorio, los más invisibles, debajo de nosotros, en el suelo, en el musgo de las hayas en la madera muerta, en todas partes, en setas y líquenes, en nidos, en agujeros y en madrigueras. Dejó a los niñ@s boquiabiertos absorbiendo como esponjas todos los secretos del reino de Basajaun, y a los mayores también nos transformó en niñ@s usando el sortilegio de la magia de Bertiz.


     El hayedo tiene curiosidades es un bosque de cabeza mojada y pies secos, las ramas crecen rápidamente, buscando la luz solar, compitiendo unas con otras en buscar un hueco entre el caos de ramas extendidas, captando toda la humedad, haciendo que 2 de cada 3 gotas de lluvia no lleguen al suelo.


    Un Herrerillo capuchino (Parus cristatus) nos distrajo un instante de su alocución, pero nuevamente el canto del Picamaderos negro, le dio pie a su siguiente explicación y es que Bertiz es el único bosque de la Península que alberga las 7 especies de Pícidos (pájaros carpinteros) : El susodicho Picamaderos negro, Pito real, Pico picapinos, Pico mediano, Pico menor, Pico dorsiblanco y Torcecuello.


    En el ecuador de nuestro recorrido, llegamos hasta la fuente de Iturburu, llamada también cascada del suspiro donde nos refrescamos y descansamos un poco, para llegar Poco después al llamado puente de las lamias donde nos hicimos foto de familia y de aquí hasta el final del recorrido. Haciendo alusión a dicho puente, Juan nos relató  la leyenda del carbonero y la lamía Errekamari, dejándonos a todos como niños sumergidos en un cuento de hadas.



    Al finalizar la declamación esta bella y trágica leyenda de amor, irrumpimos en aplausos hacia nuestro amigo Juan Goñi, enamorado de la naturaleza, rapsoda de las bellezas del bosque, porque como el nos dijo, "Somos como somos, porque somos bosque" . 



    Salimos de allí con su hechizo boscoso, nos hizo bosque y nos hizo niños…  y sonriendo marchamos a comer  después de despedirnos de muchos de los que nos habían acompañado en ese hermoso recorrido del Señorío de Bertiz.


    Comimos en el camping de Sunbilla y, premiamos a nuestros paladares con una rica comida y un postre especial, el  Samingoxo, un yogur delicioso típico de Sunbilla. Juan, nos propuso colmatar nuestras emociones con una visita más,  al unísono dijimos que si. El plan trataba de conocer la cercana Reserva natural de S. Juan Xar, una recoleta y pequeña reserva que acoge un bosque relíctico, es el único bosque de la Península, de Carpe (Carpinus betulus), una especie de árbol similar en algunas características al haya, sobretodo en la hoja, que recuerda tremendamente al de nuestra fagacea. Es un bosque relíctico porque antes de que las hayas ocuparan estos bosques, habitaron los carpes.


    El lugar conserva un sabor místico y a la vez pagano. Hay una cueva con un altar dedicado a S. Juan Xar,



    pero que recuerda poderosamente a la figura del Basajaun y debajo de la cueva mana una fuente a la que las creencias populares atribuyen poderes milagrosos y curativos. La tradición habla de mojar las prendas en la fuente y abandonarlas allí.



     Como último recuerdo nos hicimos una foto mientras nos distraíamos observando a una Lavandera cascadeña, inquieta, vivaracha, saltando de rama en rama, columpiándose en los carpes, sin dejar de mover su larga cola.



Y así, de esta bonita manera, nos despedimos de Navarra, nos fundimos en un abrazo con nuestro ya para siempre amigo Juan Goñi, agradecidos y emocionados por el precioso fin de semana que nos había regalado.

Y desde aquí le dedicamos esta cronica, muchas gracias Juan por todo, nos volveremos a ver. Y que mejor despedida que parafrasear su lema de Mírame, Navarra al natural:
  
          Conocer para respetar
          Respetar para amar
          Amar para defender
















Fotos de Fernando Martinez, JJavier Frias, Edu de la Parte, Javier Aizkorbe, Ana M. Montoya


También podeis visitar el blog de nuestro compañero Javi Aizcorbe con la entrada por tierras navarras.


http://eloteaderodejavi.blogspot.com.es/2014/04/somos-bosque-por-tierras-navarras_19.html


Crónica: Jjavier y Ana Mar.
Fotos de Fernando Martinez, JJavier Frias, Edu de la Parte, Javier Aizkorbe, Ana M. Montoya

3 comentarios:

Gloria Rodriguez Pernias dijo...

Un reportaje fotográfico estupendo.El Bazan,Bertiz...son lugares preciosos.Un saludo desde Barcelona

Anónimo dijo...

Muy bonito he interesante relato. Gracias

Anónimo dijo...

Muy bonito e interesante relato. Felicidades. Gracias